Matarratón: el veterano de los campos

Cuentan las abuelas que no había mejor remedio para las enfermedades de la piel, que una toma hecha con hojas de matarratón (ver abajo recuadro taxonómico), no sólo por su efecto refrescante, sino por su poder medicinal para ayudar a secar, en ese entonces, la llamada “brasa”, la varicela y la ya extinta viruela, entre otras. La efectiva receta consistía en macerar las hojas y aplicar, directamente, el sumo resultante sobre las zonas afectadas.

Hasta nosotros, también, ha llegado la buena fama de un “palo de matarratón” para producir buena sombra, y de esta forma combatir las fuertes oleadas de calor de nuestra costa caribe.

Pese a la ocasional plaga de inofensivos gusanos, los cuales suelen colgar de un fino hilo y danzar bajo el follaje, se ha utilizado este árbol para ornamentar y refrescar calles, fachadas y patios.

Y ni hablar de su hermoso despliegue de flores rosadas en los primeros meses de cada año, engalanando el paisaje urbano a semejanza de los elegantes y coloridos cerezos, típicos de otras latitudes del globo.

Pero no es precisamente por estas cualidades, ni tampoco por su valor comercial o productivo, que el matarratón es tan popular y apreciado por los habitantes de las zonas donde se cultiva. Los expertos en la materia depositan la verdadera fortaleza de estos árboles en los campos. Allí es considerado una verdadera herramienta de apoyo para las labores agropecuarias tradicionales de la zona norte de Colombia y de las regiones por las cuales dicha especie se distribuye.

Un árbol de porte mediano, copa dispersa y rápido crecimiento, originario de América Central, es el matarratón. Tiene, a su vez, gran facilidad de adaptarse a diferentes tipos de suelos y rangos de climas; por tanto, se ha expandido su uso a muchas otras áreas distintas a las de su distribución natural.

La utilización más común del matarratón es haciendo las veces de cerca viva por la rapidez de su crecimiento, la capacidad de enraizar de sus estacas y el poco manejo que necesita, pues esto último se limita más que nada a podas de control de crecimiento, y por lo general, una vez al año. A pesar de lo anterior, tolera con facilidad podas frecuentes. Las ramas podadas luego son empleadas para forrajeo, leña, abono verde o para estacas de nuevas cercas.

Esta especie retoña, de manera vigorosa, después de las podas. Por tal capacidad de producir grandes cantidades de follaje y por la calidad nutricional del mismo, el matarratón se vuelve, además, forraje para el ganado. Sin embargo, en algunos lugares, el forraje del matarratón tiene problemas de aceptación por parte de los animales debido, al parecer, por su olor, pero una vez estos se adaptan al gusto, lo consumen sin inconvenientes.

Asimismo, el matarratón sirve para generar sombra a otros cultivos y al ganado. Aun cuando por naturaleza es un árbol caducifolio, es decir que pierde gran parte de sus hojas durante la época seca, los cortes y podas le hacen retener los brotes de hojas nuevas, inclusive en épocas secas cuando las hojas viejas ya han caído, generando así sombra y forraje continuos.

Para terminar, el matarratón tiene un destacado valor como fertilizante natural del suelo o abono verde, propio de las plantas leguminosas (ver recuadro ); en efecto, es uno de los árboles leguminosos más cultivados por su capacidad para recuperar suelos pobres, degradados, contaminados o altamente perturbados y para colonizar y estabilizar terrenos destapados.

De lo referido por las abuelas a las conclusiones de los expertos, no hay duda de las múltiples cualidades que convierten al matarratón en una de las especies más valiosas de los campos de nuestra costa caribe.

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